La lógica de las tendencias representaría el sueño absoluto para las empresas si tuviesen la capacidad de ser infalibles a la hora de descifrarla. ¿Cómo se puede imaginar un mecanismo tan perfecto que obligue a millones de personas de todo el mundo a abandonar una serie de objetos y prácticas cada poco tiempo, mucho antes de que se hayan gastado o consumido? Pues ahora, con el big data y la inteligencia artificial, incluso las industrias que se desenvuelven entre los gustos más volátiles, como la moda, disponen de unos aliados perfectos: los números y los algoritmos.Un software capaz de comprender datos —estén estructurados o no— y que también puede razonar, aprender e interactuar con las personas, no debería tener problemas para llevar múltiples tareas, de carácter práctico o, quizás, artístico.
Éste ha sido el punto de partida de las últimas creaciones de alta costura de un diseñador de Melbourne (Australia), Jason Grech. Las ha agrupado bajo la denominación “Colección Cognitiva”, en referencia al tipo de tecnología empleada para su desarrollo. Con el apoyo de la multinacional IBM y de herramientas como Watson Visual Recognition, la mayoría de las labores se ha automatizado y, lo que resulta determinante, se ha orientado en función de las tendencias, el gusto de los consumidores y las posibilidades de cada prenda.Grech, que siente pasión por la arquitectura, vinculó esta disciplina a la moda a través del programa informático, que, según confiesa, aseguró la coherencia y la viabilidad de sus ideas. El autor contaba con la confianza que le proporcionaba el análisis de diez años de imágenes y el estudio de los últimos movimientos, tanto en la calle como en la red. Con el software de IBM, por ejemplo, pudo predecir las tendencias del color. Él mismo confiesa que, si no hubiese sido por el servicio de reconocimiento visual, no habría trabajado con la paleta —preferentemente pastel— que a la postre eligió.
Esta colección, presentada en la Spring Fashion Week de Melbourne, ha supuesto un hito en la aplicación comercial de la inteligencia artificial en este sector. Sin embargo, hay precedentes igualmente reveladores. En la exposición Manus x Machina, auspiciada por el Metropolitan Museum of Art de Nueva York y financiada en parte por Apple, se repasaba la relación de esta industria con todo tipo de artefactos. Allí pudo verse a la modelo Karolina Kurkova con un vestido de la marca Marchesa equipado con 150 luces led que cambiaban de tono en función de las reacciones y las emociones de los espectadores.En este contexto, la intuición de los profesionales antes de cada temporada ocupa un lugar menos preponderante que en el pasado. Esta anticipación está siendo sustituida por la información sistemática. Grandes nombres como Burberry o Ralph Lauren, ambos muy sensibles a la innovación digital, se valen del big data para mejorar sus respectivos negocios. Así, antes de sus lanzamientos, difunden fotos exclusivas por los medios sociales: Facebook, Instagram, Twitter, etc.
Este material genera comentarios, adhesiones y, en ocasiones, críticas. En cualquier caso, contenido muy útil para tomar decisiones a corto y medio plazo.Mediante el análisis de los sentimientos que se derivan de estas imágenes en las plataformas 2.0, los ejecutivos de Bulgari, Prada, Nordstorm, Benetton, Puma o Diesel, entre muchos otros, pueden prever hacia dónde va a evolucionar la demanda. El índice de aciertos es muy elevado. Compensa la inversión en compañías especializadas como Edited, que tiene otros clientes destacados, como las cadenas de tiendas Asos, Topshop y Sears o las empresas de e-commerce eBay y Net-A-Porter
.Compañías tecnológicas como Edited orientan tanto a diseñadores de prestigio como a cadenas de tiendas populares y servicios de venta en línea.A partir de decenas de miles de millones de detalles sobre la indumentaria y los complementos, desde esta firma, fundada por Julia Fowler y actualmente liderada por Geoff Watts, se elaboran informes semanales y hasta diarios. WGWN Instock compite en este mismo terreno. De manera que cada vez es menos extraordinario que, como hacen H&M, Stantt, Stitch Fix o True&Co, se produzcan artículos personalizados gracias a bases de datos, escáneres corporales, información sobre estilos de vida y algoritmos.
No es fácil predecir cuándo se acaban los caprichos y todavía lo es menos adivinar qué ocupará su lugar. Así, las tendencias, en palabras del profesor Guillaume Erner, operan como “una gran organización sin organizador”. Algunos actores de industrias como las de la moda, la tecnología, etc. intentan manipular estos fenómenos, como si pudiesen leer el futuro. En síntesis, ¿qué son las tendencias? A menudo son definidas como fenómenos de polarización mediante los que un artículo o una acción seducen a un elevado número de ciudadanos. Hoy, además, responden a patrones (casi) científicos.